miércoles, 6 de mayo de 2020

¡No quiero regresar a la normalidad!

"Un día menos de enfermedad, un día más en recuperación, un día más de vida gracias a Dios"         
Me contagié con el #coronavirus el pasado 20 de marzo, no sé si cometí algún error o tuve algún descuido, lo que sí sé es que cuando este enemigo invisible irrumpe en el cuerpo puede permanecer como un visitante inadvertido o puede ser un visitante agresivo y hasta mortal. Cuando ataca no hace distinciones, es poco lo que se sabe de él y es por ello que desde mi propia piel, puedo asegurar que no se debe bajar la guardia con las precauciones ni mucho menos caer en el error de pensar de que a tí no te pasará.

Mientras transitaba los días más difíciles de la enfermedad, experimenté síntomas terribles. Debo confesar que cuando me faltaba el aire y me ahogaba, la angustia y el miedo a la muerte se apoderaron de mi mente. No lograba mantener la calma y por supuesto eso empeoraba mi condición. Trabajo con el manejo de emociones, pero les aseguro que en ese momento crucial, era prematuro para mi pensar en resiliencia, ni serenidad, esa fue una situación brutal donde mi cerebro activó todos los mecanismos de supervivencia que tenía a mano y recuerdo bien que en los pocos momentos de lucidez que tenía sólo me aferraba a mi fe con toda la fuerza que me quedaba.

En esos días, también comprendí la real magnitud del colapso del sistema sanitario cuando me negaron la atención en la sala de emergencia de 3 clínicas porque no daban abasto con los pacientes. No me quejo, no hago un reclamo de esto, ni busco un chivo expiatorio, creo que ningún país estuvo preparado para esto, de hecho, considero que fue mejor no encontrar sitio en una clínica y superar con gran esfuerzo la enfermedad desde casa, sin equipo de oxígeno y con la ayuda de mi familia. Estoy consciente de que fui afortunada, la doctora que me examinó algún tiempo después me dijo que la había peleado duro y mientras ella hablaba, yo sólo me estremecía y pensaba en los miles de pacientes que no lo lograron y partieron de este mundo sin tener un familiar cerca para apretar su mano y despedirse.

Siempre fui una persona agradecida pero hoy la gratitud se volvió mi compañera inseparable. Tuve una nueva oportunidad y la he recibido con una perspectiva distinta.
A lo largo de mi vida, mi sistema inmunológico ha sido mi talón de Aquiles. Me he enfermado de tantas cosas, he estado hospitalizada en diversas ocasiones y aunque en todas esas situaciones me he sentido vulnerable, con este virus me sentí frágil, desarmada e impotente, pues soy de las personas que planifica, previene, se anticipa a escenarios y con este virus entendí a las malas que era poco o nada lo que yo podía controlar.

Es una realidad. Con esta pandemia, no tenemos aún certezas. No podemos hablar de información histórica, ni estamos áun en capacidad de hacer trazabilidad de pacientes, ni siquiera contamos con estudios previos. Tanto científicos como ciudadanos apenas estamos investigando, conociendo, experimentando y aprendiendo todo lo que se pueda sobre el virus y quiero creer también que una buena parte de la humanidad nos estamos haciendo a la idea de que esta tragedia inédita se puede repetir, si no terminamos de soltar y reemplazar lo que llamamos "la normalidad"

En mi normalidad también di muchas cosas por sentado: la salud, la tranquilidad, la vida, la cercanía con los amigos, la convivencia familiar, la seguridad de tener un techo sobre mi cabeza, el trabajo, la estructura con la que llevaba mi firma como consultora, entre otras cosas. Todo esto cambió para mí y ahora que voy avanzando favorablemente en mi recuperación, soy capaz de poner atención plena a las secuelas de la pandemia tanto en mi vida como en la de los míos y se bien que mis antiguos esquemas ya no me funcionan, simplemente se diluyeron.

Para este año, por ejemplo, uno de mis objetivos era migrar a modalidad virtual 2 de mis programas de entrenamiento para Recursos Humanos y Alta Dirección que venía impartiendo presencialmente desde el 2019 e incluso tenía planificado lanzarlos en el segundo semestre de este año. Bueno, hoy me siento justo como el primer día en que abrí mi firma consultora después de haber trabajado durante 17 años en relación de dependencia... 

Estoy empezando de nuevo con mucha expectativa y algo de nerviosismo, después de todo esta para forzada de casi 3 meses la he sentido como un fuerte sismo, sin embargo, lo he tomado con tranquilidad y me estoy apoyando con mi equipo, colegas y personas de confianza para tomar las mejores decisiones y priorizar servicios, replantear mi oferta de valor, eliminar lo que no funciona y retomar otras ideas que había guardado en el cajón. En esta encrucijada nos encontramos en mayor o menor grado emprendedores y empresarios, ¿no es verdad?

En lo que dura un pestañeo cambió la educación, la forma de hacer negocios, la convivencia humana, las formas de comunicarnos, los hábitos de vida y por supuesto, cambió la economía. ¡Quién diría que mi generación fue testigo del desplome del precio del petróleo!

  • Hoy nos vemos obligados a desarrollar una nueva cultura de autocuidado para prevenir el contagio. 
  • Hoy tenemos la oportunidad de escuchar más y generar conversaciones con propósito en nuestro núcleo familiar. 
  • Hoy nos ayudamos a transitar emociones que antes no habíamos experimentado. 
  • Hoy estamos hablando de salud mental sin tapujos. 
  • Hoy nuestra forma de comunicarnos se apalanca en la tecnología pero lejos de deshumanizarnos nos dimos cuenta que es posible agregarle un toque de amor, humor y empatía. 
  • Hoy apreciamos de mejor forma la salud, la familia, el trabajo, las relaciones humanas, el planeta, el aire, etc. 
  • Hoy más que nunca, tenemos la responsabilidad de crear nuevos ambientes laborales, de poner de una vez por todas a las personas en el centro de las organizaciones, de ser eficientes, de simplificar y de innovar.


Si una situación dura y dolorosa como esta pandemia nos ha llevado a cambiar nuestros esquemas para transformarla en un bien mayor, entonces ¿para qué queremos regresar a lo que llamábamos normalidad? Yo no quiero hacerlo...