martes, 1 de noviembre de 2016

Una reflexión personal sobre la felicidad

Antes interpretaba la felicidad como un fin último o como un sueño utópico. Con el tiempo he ido experimentando que la felicidad es cómo me siento conmigo mismo, es mi relación con mi hijo, los momentos que comparto con mi familia, con mis amigos, es el aire que respiro, es escuchar la música que me gusta, es vivir la vida con sus altas y bajas y es mi amor por Dios.

La felicidad no es una meta, es el viaje que inicio desde que abro mis ojos a un nuevo día hasta que me voy a dormir por la noche. Cada vez lo entiendo mejor y cada vez me desgasto menos cuando en mi "viaje diario" no todo resulta como espero y me encuentro con piedras y obstáculos. 

He aprendido a sortear esos obstáculos y agradecer por la lección que me dejan, confieso que me he vuelto más resiliente,  cada vez hay menos ansias y hay más espacio para la esperanza y el asombro. Cada día interiorizo más que la felicidad está en darse uno mismo y en servir al otro y que por la gratitud todo vuelve al corazón para llenarlo aún más de amor, felicidad y regocijo. Sigo caminando, sigo transformándome, pero sigo siendo aprendiz. 

¡Hasta pronto!


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